La presencia del castor sigue generando una profunda transformación en los ecosistemas de Magallanes. Tras décadas de asentamiento en la Patagonia, la especie introducida ha destruido miles de hectáreas de bosque nativo, equivalente a cientos de estadios nacionales, dejando extensas zonas inundadas y árboles muertos a su paso.

Tierra del Fuego y la Isla Navarino concentran hoy los mayores daños, donde la construcción de diques ha alterado cursos de agua y desplazado a fauna local incapaz de adaptarse a los cambios del paisaje.

Especialistas advierten que el avance no se detendrá si no se refuerzan las estrategias de control binacional entre Chile y Argentina. El riesgo de que los castores alcancen áreas emblemáticas como Torres del Paine (o incluso lleguen más al norte, hasta Chiloé) preocupa a científicos y autoridades, que señalan que su expansión representaría un nuevo golpe para la biodiversidad patagónica.

Aunque existen programas permanentes de monitoreo y captura, su efectividad sigue siendo limitada frente a una especie que se reproduce rápido, carece de depredadores naturales y encuentra condiciones favorables para seguir colonizando nuevos territorios. Para los expertos, frenar este avance es clave: de lo contrario, el daño podría volverse irreversible.

📷 Contexto